Leer lo ilegible by Rafael Spregelburd – Review of LA BIBLIOTECA CIEGA
Writer, actor and director Rafael Spregelburd wrote a review of La Bibioteca Ciega’s premiere in Diario Perfil. Here’s the article or click on the photo to read it online from the newspaper’s website.
La música electroacústica me parece la punta de lanza de un combate cuyo enemigo es la cultura; un combate paradójico en el que todo triunfo sólo logra ensanchar al contrincante. Así como la física extrema se vuelve especulación probabilística, o las artes plásticas de hoy pierden visibilidad y abundan en concepto, la música electroacústica se superpone a otros planos muy lejanos: texturas, literatura, ciencia.
El concierto de Nicolás Varchausky en la ex Biblioteca Nacional de la calle México debería haberse realizado hace algunos meses, pero el techo de la antigua sala de lectura opinó que era mejor esperar y se vino abajo. Recién esta semana se estrenó La biblioteca ciega, una experiencia acústica misteriosa y exquisita. Fiel a la tradición electroacústica (perdón por el oxímoron: al ojo del inocente toda experimentación musical parece reinventarse a sí misma sin resabios de notaciones anteriores), este concierto es un rabioso trabajo de élite que logra –paradójicamente– coquetear con los síntomas más ralos de la música popular: porque es gratuito, porque rebosa de anécdota, porque es intenso. Fue comisionado para esta locación, inspirado en la circunstancia de que su director paradigmático, Borges, perdiera la vista al ser nombrado para el cargo.
El concierto ocurre en la impresionante biblioteca a oscuras. La primera pieza es un proyecto sobre letras (tres fonemas) y la exploración de las resonancias, turbulencias y explosiones que anidan en ellas, ya que toda fonación es el ordenamiento de columnas de aire turbulento. Y en tanto pensamos en fonemas (y no en signos, que son posteriores) esta música que no es tal, en la oscuridad de la sala que Borges habitó, ciego y letrado, arma un paisaje presimbólico por donde la mente vaga sin palabras.
En la segunda pieza, tres músicos ciegos operan unas roldanas que hacen girar unos discos de acrílico. En ellos se han calado unos dibujos que al dejar pasar la luz de unas linternas estimulan un sensor (que hace de púa) para que éste traduzca en música los algoritmos dibujados. Los músicos nos guían a bordo de estos singulares Teremines de luz, donde la luz (que no pueden ver, ni siquiera concebir) es el aire tembloroso que activará los instrumentos. La escena es musical, y es metafísica. Una de las intérpretes, cuyo rostro adivinamos apenas entre luz rebotada sin querer, llora conmovida en medio de la maniobra de ondas y de ruidos. Como ella, sospecho que estamos leyendo por primera vez, sin verlo, un mensaje escrito en una lengua impronunciable.
Son canciones que las radios no pasan, claro está.